EL INSULTO: HERIDAS ABIERTAS
El director libanés Ziad Doueiri dirige este film que fue nominado como Mejor película extranjera en los Oscarrs 2018. Toni (Adel Karam) cristiano libanés, tiene una agria discusión con Jaser (Kamel El Basah), un palestino trabajador de unas obras que se están produciendo en la calle. El incidente se complica de forma que pasa de ser un problema de índole doméstica a ir a los juzgados y ser punto de mira de los medios.
La historia que nos cuenta Doueiri tiene de fondo el conflicto entre libaneses cristianos frente a palestinos que viene derivado de la guerra civil. Es un mero ejemplo de cómo pesan el odio y prejuicios entre dos pueblos, un problema universal donde los nombres son intercambiables. El odio heredado que hace que las reacciones humanas vengan cargadas con mochilas y sus consecuencias se evidencien en el día a día de las personas y en cualquier vivencia.
La mayor parte de la historia se desarrolla en formato de juicio, algo que permite ser muy tajante con respecto a la exposición de los comportamientos de los dos protagonistas y que implica al espectador al que se insta a tomar una posición. Posición que sufrirá alteraciones según el guión va facilitando nueva información. El guión y la forma de rodarlo es bastante realista si bien falto de cierta sutileza.
Qué es justo y qué no lo es es, si lo más importante para valorar el desencuentro entre los dos personajes es quien empezó, o si por el contrario, la clave es cómo de agresivo fue uno con el otro... Para el director es importante analizar quien tiene más culpa, pero sobre todo profundizar en lo negativo de los prejuicios y plantear cómo cuando esas dos personas dejan de verse como representantes de un pueblo y pasan a ser simples hombres con sus nombres y apellidos, donde su histórico colectivo queda a un lado, se puede llegar a comprender al otro. (Valoración : 7 sobre 10).
La historia que nos cuenta Doueiri tiene de fondo el conflicto entre libaneses cristianos frente a palestinos que viene derivado de la guerra civil. Es un mero ejemplo de cómo pesan el odio y prejuicios entre dos pueblos, un problema universal donde los nombres son intercambiables. El odio heredado que hace que las reacciones humanas vengan cargadas con mochilas y sus consecuencias se evidencien en el día a día de las personas y en cualquier vivencia.
La mayor parte de la historia se desarrolla en formato de juicio, algo que permite ser muy tajante con respecto a la exposición de los comportamientos de los dos protagonistas y que implica al espectador al que se insta a tomar una posición. Posición que sufrirá alteraciones según el guión va facilitando nueva información. El guión y la forma de rodarlo es bastante realista si bien falto de cierta sutileza.
Qué es justo y qué no lo es es, si lo más importante para valorar el desencuentro entre los dos personajes es quien empezó, o si por el contrario, la clave es cómo de agresivo fue uno con el otro... Para el director es importante analizar quien tiene más culpa, pero sobre todo profundizar en lo negativo de los prejuicios y plantear cómo cuando esas dos personas dejan de verse como representantes de un pueblo y pasan a ser simples hombres con sus nombres y apellidos, donde su histórico colectivo queda a un lado, se puede llegar a comprender al otro. (Valoración : 7 sobre 10).
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