LOS MISERABLES: DESHEREDADOS
Ladj Ly ("Go fast connexion") había realizado varios documentales, muchos de ellos sobre la vida en los suburbios de París, lugar donde vive el director. Ahora rueda su primer largometraje donde está también al cargo del guión junto con Giordano Gederlini. Su debut ha sido galardonado entre otros con el Premio del Jurado en Cannes 2019. Stephan (Damien Bonnard) es un policía que se traslada a la Brigada de Lucha contra la Delincuencia. Allí trabajará con Chris (Alexis Manenti) y Gwada (Djibril Zonga) dos policías veteranos en el cuerpo.
A partir de un episodio en el que estos tres policías tienen que intervenir ,y donde por azar, sus movimientos son grabados por un dron, se desencadenan una serie de sucesos de graves consecuencias. Se nota que el director conoce muy bien este ambiente. Las escenas donde ilustra la relación policía- ciudadanos, los “jefes” del barrio, las actividades de los niños y adolescentes ... Una historia que cuenta bien las dos caras de la moneda: la situación de la policía en un territorio tan hostil para ellos y el mundo sin horizontes de los habitantes de esas áreas de la ciudad. Los tres perfiles de los policías nos permiten ver diferentes formas de entender su trabajo y cómo creen que deben ganarse la autoridad en un contexto muy agresivo. No sabemos si el recién llegado actúa de forma correcta por su ética y principios o por que no ha estado sometido a una presión como la de sus compañeros. Una historia con un guión que no cae en el maniqueísmo, que refleja un día a día lleno de territorialidad. Ilustra cómo se maneja vivir en un polvorín donde un pequeño movimiento de más puede hacer que todo explote. Entendemos cómo se gesta el odio, la venganza y la necesidad de atacar. El porqué tantos chavales en un entorno así pasan de hacer travesuras a convertirse en criminales. Hay que estar preparados para un final muy potente tanto por lo que sucede, como por lo bien que está rodado.
Una historia tan realista como desalentadora que nos hace pensar en lo difícil de hallar una solución para evitar perpetuar la falta de futuro de estos jóvenes, una tarea además en la que la sociedad como colectivo no parece estar muy interesada. Este trabajo es una muestra más de lo bien que aborda estas problemáticas el cine francés. (Valoración: 9 sobre 10).
A partir de un episodio en el que estos tres policías tienen que intervenir ,y donde por azar, sus movimientos son grabados por un dron, se desencadenan una serie de sucesos de graves consecuencias. Se nota que el director conoce muy bien este ambiente. Las escenas donde ilustra la relación policía- ciudadanos, los “jefes” del barrio, las actividades de los niños y adolescentes ... Una historia que cuenta bien las dos caras de la moneda: la situación de la policía en un territorio tan hostil para ellos y el mundo sin horizontes de los habitantes de esas áreas de la ciudad. Los tres perfiles de los policías nos permiten ver diferentes formas de entender su trabajo y cómo creen que deben ganarse la autoridad en un contexto muy agresivo. No sabemos si el recién llegado actúa de forma correcta por su ética y principios o por que no ha estado sometido a una presión como la de sus compañeros. Una historia con un guión que no cae en el maniqueísmo, que refleja un día a día lleno de territorialidad. Ilustra cómo se maneja vivir en un polvorín donde un pequeño movimiento de más puede hacer que todo explote. Entendemos cómo se gesta el odio, la venganza y la necesidad de atacar. El porqué tantos chavales en un entorno así pasan de hacer travesuras a convertirse en criminales. Hay que estar preparados para un final muy potente tanto por lo que sucede, como por lo bien que está rodado.
Una historia tan realista como desalentadora que nos hace pensar en lo difícil de hallar una solución para evitar perpetuar la falta de futuro de estos jóvenes, una tarea además en la que la sociedad como colectivo no parece estar muy interesada. Este trabajo es una muestra más de lo bien que aborda estas problemáticas el cine francés. (Valoración: 9 sobre 10).
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